Roald Dahl es el nombre del autor de grandes cuentos infantiles, como: Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, Gremlins, Jim y el durazno gigante y muchas otras obras que seguro marcaron tu infancia con sus interesantes narrativas, que nos hacían soñar con la idea de conocer a los “Oompa Loompas” y heredar una mágica fabrica de chocolates.
Nacido en 1916 y fallecido en el año de 1990, Roald Dahl fue un escritor británico con gusto por la literatura desde temprana edad, estudio gran parte de su vida en un internado y fue ahí que comenzó a explorar con las narrativas que encontraba a su alrededor. Fue a la corta edad de 13 años le vino la idea de la cual sería una de sus obras más aclamadas, Charlie y la fábrica de chocolate.
El origen de Willy Wonka y su relación con Cadbury
En la época de 1929, Dahl asistía a la escuela pública y junto a sus amigos “trabajaba” como probador de dulces para Cadbury, a cambio de ofrecer sus opiniones sobre los chocolates de la empresa. Durante ese periodo como probador de dulces, el británico comenzó a imaginar el mundo al que le daría vida años después en su cuento.
“Fue entonces cuando me di cuenta de que dentro de esta gran fábrica de chocolate, debe haber una sala de inventos, un lugar secreto donde hombres y mujeres adultos, pasaban todo el tiempo jugando con azúcar y chocolates, mezclando y tratando de inventar algo nuevo y fantástico”
La tragedia que lo hizo retomar “Charlie y la fábrica de chocolate”
Tristemente, a pesar de la fama y el éxito profesional, la vida de Roald Dahl siempre estuvo acompañada de perdidas. Desde el fallecimiento de su padre a la edad de tres años, hasta la perdida de sus dos hijos.
Theo de cuatro meses que perdió la vida a causa de un atropellamiento, en el cual también murió la actriz estadounidense Patricia Neal. Y tiempo después también vería fallecer a su hija Olivia, de 7 años, luego de que contrajera sarampión.
Esta tragedia y sensación melancólica que albergaba su vida personal, también estuvo plasmada en sus obras, tratando en ella de dejar ir un poco de la angustia que lo consumía desde el fallecimiento de sus hijos.
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