La luz solar está conformada por un espectro de rayos de diferente longitud de onda, siendo los de longitud de onda más largas (luz visible e infrarroja) las capaces de penetrar más profundamente la piel pero son las menos propensas a causar daños, contrario a la luz UV que por ser de longitud de onda corta interactúa con las células de la piel y genera radicales libres altamente reactivos.
Estos radicales libres excesivos causan lesiones y cuanto mayor sea el daño que causen, mayor será la posibilidad de desarrollar enfermedades como el cáncer, pero también otras señales como arrugas, manchas, deterioro prematuro, paño y alergias entre muchos otros problemas.
La luz UV se presenta en tres formas: Ultravioleta A (UVA), ultravioleta B (UVB) y ultravioleta C (UVC):
- Ultravioleta UVA es la que más provoca envejecimiento prematuro.
- La UVB proporciona la energía que la piel necesita para elaborar vitamina Da, pero también es la responsable del eritema solar y del daño directo en el ADN.
- La UVC es bloqueada por la atmósfera terrestre y en consecuencia, no llega hasta la piel.
Por otra parte, también es importante mencionar que la exposición a los rayos ultravioleta (UV) es uno de los principales factores que pueden generar cáncer de piel, padecimiento que en algunos casos puede ser mortal, además de la queratosis actínica (lesiones premalignas).
La prevención es la mejor arma
Los médicos y los dermatólogos advierten que el desarrollo del cáncer de piel está relacionado con el grado de daño del ADN, por lo que más del 90 por ciento de los cánceres de la piel son consecuencia de la exposición al sol.
Para evitar complicaciones por la exposición al sol y los rayos UV, el Instituto Mexicano del Seguro Social recomienda el uso de bloqueadores solares, uso de sombreros, gorras y lentes oscuros para protegerse del sol, así como evitar en lo posible exponerse a los ratos solares entre las 10:00 y las 16:00 horas del día, ya que en este período la radiación cae de manera directa en la piel.
