Desde que se integró a Netas Divinas, Galilea Montijo ha dejado que el público conozca una faceta de ella que nadie conocía, pues se ha mostrado más sincera e incluso vulnerable al hablar de ciertos temas personales.
Uno de estos momentos se vivió en uno de los programas más recientes, pues la conductora que comenzó su carrera en 1993 narró cómo fue el difícil momento en el que se despidió de su abuelita, quien fue con quien se crió, debido a que su mamá salía todos los días a trabajar para mantenerla.
“Cuando muere mi abuela, me acuerdo perfecto, la teníamos de la mano. Cuando muere nos salimos del cuarto donde estaba porque entraron a darle… para revivirla”, reveló conmovida la presentadora.
Galilea contó que pasaron algunos momentos hasta que los doctores la dejaron entrar para verla, ella sabía que su abuelita había muerto, sin embargo, no podía creer que el cuerpo que estaba abrazando fuera de ella.
"No habían pasado ni 20 minutos cuando entró todo el equipo de doctores. Entonces, cuando sabíamos que había fallecido, la abrazo y en ese momento digo: 'No es mi abuela', sentí que lo que estaba abrazando sí era el cuerpo, incluso se sentían unas partes con temperatura, pero no era mi abuela lo que estaba abrazando", contó.
La mamá de Mateo, en el mismo programa en el que lloró al recordar a su abuela, contó que el colibrí se convirtió en un animal muy especial para ella, pues cuando su abuela ya había perdido la vista, le decía: ‘Mira el colibrí’ y cuando ella volteaba, había un colibrí ahí.
Esto se volvió incluso más especial para ella, pues el día en el que murió su abuela (Se encontraban en un hospital de monjas), minutos después de que entraron los doctores a tratar de reanimarla, un colibrí se apareció junto a ella.
“En el momento en que estábamos esperando que salieran baja un colibrí y dije: ‘Ya se fue mi abuela’. De hecho, me tatué un colibrí”, contó la famosa.
En el mismo programa, la famosa contó que la muerte de su abuela fue muy dolorosa, pues estuvo más de 20 días en agonía, donde incluso el suero ya no le pasaba.
“Ya no le aguantaban ni las venas para el suero, le pasaban suero por las venas de los pies, era una cosa que decía (a Dios): ‘Ya llévatela, ya no seas así con ella’”, relató.